Proyecto ecoinnova

 A lo largo de este curso escolar nos hemos embarcado en un apasionante viaje de aprendizaje y transformación en el huerto. 

                                

Con manos laboriosas y mentes entusiastas, hemos convertido un espacio vacío en un refugio de vida y conocimiento. Nuestra meta, no es solo cultivar las plantas de variedades locales y ver como germinan, sino también valores y conciencia ambiental. Un legado que seguirá creciendo y floreciendo en los años venideros.

Comenzamos preparando el terreno para la siembra. Creamos dos bancales fértiles, semilleros de hortalizas y flores de variedades locales en alveolos o siembras directas en suelo y cuando crecieron se trasplantaron al invernadero o los bancales. 


Para optimizar el riego, instalamos un eficiente sistema de riego por goteo. Además, construimos un invernadero en uno de los bancales utilizando planchas de policarbonato, creando un refugio ideal para las plantas en la temporada de invierno.


Las semillas locales son un tesoro que debemos proteger, son los guardianes de la biodiversidad y la cultura de nuestra tierra, son clave para alcanzar varios de los objetivos de Desarrollo Sostenible desde la Agenda 2030 porque protegen la biodiversidad, cada variedad local es única y son más resistentes al cambio climático, lo que significa que pueden ayudarnos a adaptarnos a un planeta en constante cambio. Son esenciales para nuestra economía, salud,  nutrición y futuro.  

Las semillas necesitan un suelo rico en nutrientes para germinar y crecer. 

El compostaje aporta estos nutrientes al suelo, mejorando las condiciones para el crecimiento de las plantas.

Con el propósito de poner en práctica los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el huerto

escolar y estudiar su ecosistema, iniciamos una campaña de recolección de residuos orgánicos para la elaboración de compost.

A medida que recolectábamos residuos orgánicos de nuestros hogares, nos adentramos en el complejo mundo del compostaje, investigando técnicas y elaborando nuestro propio compost, transformando residuos en un tesoro nutritivo para el suelo.

Para su estudio y evolución realizamos una observación semanal de la temperatura, humedad y aireación.

                          

 A su vez, analizamos el mundo de los organismos que habitan en la compostera, tanto macroscópicos como microscópicos. 

Para estudiar estos últimos, elaboramos nuestros propios medios de cultivo en placas petri y observamos las colonias de organismos en el microscopio y la lupa, identificando los hongos y bacterias presentes.

El compostaje no solo enriquece el suelo del huerto, sino que también reduce la cantidad de residuos orgánicos que van a parar a los vertederos, disminuyendo significativamente la huella de carbono, ya que se puede llegar a reducir hasta en un 90% las emisiones de gases de efecto invernadero. Por ello, compartimos nuestro conocimiento con el resto de compañeros del centro a través de charlas divulgativas y presentaciones en PowerPoint. Además, creamos un photocall sobre nuestro proyecto para capturar fotos divertidas y memorables.

Avanzando en nuestro compromiso con la sostenibilidad, emprendimos la creación de una vermicompostera utilizando cajas de poliespan. En este nuevo ecosistema, las lombrices de California transformarán los restos de fruta y posos de café en abono rico en nutrientes, vermicompost para las plantas del huerto.

El análisis de suelo nos ayuda a determinar si el suelo es adecuado para las semillas que queremos plantar. Si no lo es, podemos añadir compost para mejorar sus características.

Para conocer el estado de salud del suelo del huerto, realizamos un estudio profundo y analizamos varios indicadores:

1. Cobertura del suelo: Analizamos la cantidad de material que cubre el suelo, protegiéndolo de la erosión causada por el viento, la lluvia y el granizo. Una buena cobertura favorece la infiltración del agua y el desarrollo saludable de las raíces. Para su estudio hemos muestreado la cantidad de plantas, hojarasca, defecaciones de los animales,  rocas y piedras y la cantidad de suelo desnudo.



2. Capacidad de infiltración de agua: Simulamos una precipitación intensa y medimos la altura del agua en la regla cada seis minutos. A partir de esto, calculamos la tasa de infiltración, obteniendo un valor de 75 mm/h lo que indica que el suelo es mejorable, por ello hay que incorporar materia orgánica como el compost que estamos elaborando o restos de cultivo del huerto y la poda de los árboles frutales que tenemos en el centro.




3. Compactación del suelo: Evaluamos la resistencia del suelo a la penetración de un bolígrafo. Para ello se humedece unos 10 cm cuadrados de la zona de muestreo, luego introducir un bolígrafo en el suelo realizando un poco de fuerza con una sola mano. Una compactación excesiva dificulta la entrada de aire y agua, perjudicando el desarrollo de las raíces. Observamos una profundidad de penetración de 3 cm, lo que indica que el suelo es mejorable y requiere aportes de materia orgánica.





4. Diversidad de macrofauna: Escavamos un bloque de suelo de 10 cm de lado y 10 cm de profundidad empleando la pala, y lo colocamos en una bandeja de laboratorio para observar la cantidad de lombrices, hormigas, ácaros, escarabajos y otros organismos visibles a simple vista. Un suelo sano alberga una amplia variedad de macrofauna. En nuestro caso, observamos solo una lombriz y cinco hormigas, lo que indica  como en los análisis de los factores anteriores que el suelo es mejorable, necesita el aporte de materia orgánica para aumentar la diversidad de fauna.


5. pH del suelo: Empleamos tiras de colores indicadoras de pH para medir la acidez o basicidad del suelo. El pH afecta la disponibilidad de nutrientes para las plantas y la actividad biológica. Para su análisis, hemos colocado una cucharada de suelo en un vaso con agua destilada luego se introduce la tira de pH y se compara el color de la tira con la escala de pH, dando un  valor de 7,7 esto indica que el suelo es mejorable y requiere un aumento de materia orgánica, como el compost que elaboramos nosotros mismos.

6. Materia orgánica: Procede de los seres vivos que habitan en el suelo, principalmente vegetales y gracias a la actividad de los microorganismos son trasformados en nutrientes para las plantas. Realizamos una sencilla reacción química con agua oxigenada para determinar la cantidad de materia orgánica en el suelo. Se coge una cucharada de suelo y añade un chorro de agua oxigenada sobre ella, cuantas más burbujas se formen, mayor será la cantidad de materia orgánica presente. Observamos una cantidad moderada, lo que indica que el suelo es mejorable y se beneficiaría de aportes de compost elaborado en el huerto por nosotros.

En conclusión, las semillas, el compostaje y el análisis de suelo son tres elementos esenciales para que huerto escolar sostenible sea un oasis de vida. Al comprender su relación, podemos crear un ambiente ideal para que nuestras plantas de variedades locales crezcan y prosperen.

Como colofón a nuestro proyecto, plantamos árboles frutales y coníferas en el huerto escolar. Un acto simbólico que representa nuestro compromiso con el medio ambiente y el futuro.

                                  

Plantar un árbol es uno de los pasos ecológicos más importantes que puedes hacer a lo largo de tu vida, para ello lo primero que hay que hacer es:

1. Buscar un espacio con luz y que no estorbe para la actividad escolar del centro.

2. Se realiza un hoyo de 40 x 40 centímetros.

3. En el hueco se coloca compost que elaboramos nosotros mismos en las composteras con los restos de materia orgánica que traemos de casa, así también ayudamos a reducir residuos y la huella de carbono.

4. Después se pone el árbol en el hoyo, que ninguna raíz quede al aire.

5. Se cubre con tierra y se pisa la tierra para romper las bolsas de aire.

6. Por último se realiza un alcorque para riego profundo, para que el árbol crezca sano el agua tiene que alcanzar las raíces.

Nuestra experiencia no se ha quedado dentro de las fronteras del huerto. Hemos compartido nuestro aprendizaje a través de:

  1. Redes sociales (Facebook, Instagram del centro).
  2. Blog del huerto escolar.
  3. Carteles.
  4. Aula virtual.
  5. Página web del centro.


Este proyecto nos ha permitido:

1.       Conectar con la naturaleza y comprender su importancia.

2.       Desarrollar habilidades prácticas y de investigación.

3.       Trabajar en equipo y fomentar la colaboración.

4.       Adoptar hábitos sostenibles y responsables con el medio ambiente.

5.       Valorar la importancia de una alimentación sana.

                         



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