Lechuga española






La lechuga (Lactuca sativa) es de origen incierto; se supone que es originaria de la Europa meridional. Los romanos la cultivaban ya como ensalada. 

Tronco ancho, alargado y erguido. Sus hojas son de color verde oscuro y se agrupan de forma poco apretada alrededor de un tronco, sin formar un verdadero cogollo.

Nombre científico o latino: Lactuca sativa    
Familia: Compuestas.

Valoración nutricional

La lechuga es un alimento que aporta muy pocas calorías por su alto contenido en agua, su escasa cantidad de hidratos de carbono y menor aún de proteínas y grasas.

El beta-caroteno es un pigmento natural que confiere el color amarillo-anaranjado-rojizo a los vegetales y que el organismo transforma en vitamina A según sus necesidades. En el caso de la lechuga, el beta-caroteno está enmascarado por la clorofila, pigmento más abundante. La vitamina A vitamina es esencial para la visión, el buen estado de la piel, el cabello, las mucosas, los huesos y para el buen funcionamiento del sistema inmunológico, además de tener propiedades antioxidantes.

La vitamina E interviene en la estabilidad de las células sanguíneas y en la fertilidad. Ejerce una acción antioxidante que también caracteriza a la vitamina C. Ésta participa en la formación de colágeno, huesos, dientes y glóbulos rojos.

Favorece la absorción del hierro de los alimentos y la resistencia a las infecciones. En cuanto a los minerales, la lechuga destaca por la presencia de potasio y hierro. También contiene magnesio y calcio, aunque en menor proporción.

El potasio es un mineral necesario para la transmisión y generación del impulso nervioso y para la actividad muscular normal, además de colaborar en el equilibrio de agua dentro y fuera de la célula.

El magnesio se relaciona con el funcionamiento de intestino, nervios y músculos, forma parte de huesos y dientes, mejora la inmunidad y posee un suave efecto laxante.

Las hojas más externas de la lechuga concentran la mayor parte de vitaminas y minerales.

Cultivo:

La lechuga prospera en suelos muy diversos con la condición de que retengan suficiente humedad en verano y sean sanos y bien drenados en invierno. Los suelos ricos en humus y que se calientan bastante son convenientes para los cultivos precoces. La lechuga prefiere los suelos neutros y ligeramente ácidos, aunque puede tolerar los terrenos calcáreos convenientemente mejorados.

Puede ser cultivada en el suelo y también, si no dispones de un terreno, puedes cultivarlas en prácticas mesas de cultivo que, debidamente acondicionadas con un sustrato adecuado y equilibrado, permitirán cuidar tus hortalizas de una manera ergonómica y sencilla.

Las plantas de lechugas deben ser plantadas con el cuello de la planta al nivel del suelo y nunca enterrado. Inmediatamente después del trasplante, hay que regar para facilitar el prendimiento de las plantas; en verano esto es imprescindible, si no se producen muchos fallos en la plantación.

Posteriormente, los riegos deben ser adecuados a la estación y de tal forma que la planta nunca pase sed los riegos nunca deben ser excesivos para que no produzcan encharcamientos, pues la lechuga los tolera muy mal.

Las escardas deben eliminar las malas hierbas del cultivo, hasta que las plantas cubran totalmente el suelo. La aplicación de herbicidas específicos de las lechugas pueden ayudar a mantener el suelo limpio; actualmente existen en el mercado productos muy eficaces y selectos.

Durante el verano, es mejor hacer siembras escalonadas directamente en campo y no en semillero; por otra parte, el aclareo de la siembra permite obtener plantas que sirven para ampliar el cultivo y alargar el período de producción. Las plantas procedentes del aclareo se retrasan con respecto a las de la siembra directa, consiguiendo alargar el período en dos o tres semanas.

Las lechugas, cuando forman el cogollo, deben ser consumidas rápidamente, pues no se conservan mucho tiempo y tienen tendencia a subirse a flor, sobre todo durante el verano. Entre la siembra y la recolección, se necesitan unos 60 o 70 días en las variedades más precoces, pero normalmente son necesarios dos meses y medio o tres en la mayoría de las variedades, sobre todo si el cultivo procede de un trasplante.

Las plantas que están para cosechar se reconocen fácilmente: necesitan tener el cogollo suficientemente compacto para la variedad de que se trate; las Batavias forman un cogollo blando y es más difícil determinar el momento adecuado para cortarlo, pero éstas son lentas para subir a flor.
En general, es un cultivo muy exigente en agua, sobre todo en los períodos de formación del cogollo. Existen variedades para todos los climas; las lechugas acogolladas se adaptan sobre todo a los climas templados y húmedos, encontrándose algunas con una buena rusticidad en invierno; las batavias y romanas se adaptan a los climas cálidos.

En caso de querer producir por esta forma, es necesario recurrir a variedades especiales, ya que una variedad para el aire libre no es adecuada para cultivarla bajo abrigo.

Multiplicación:

Las siembras de lechuga pueden hacerse en semillero y directamente en campo. Lo más frecuente es hacer semillero para las pequeñas plantaciones y la siembra directa en los cultivos comerciales. Con el semillero se aprovecha mejor el espacio, pues se puede tener un cultivo en la parcela mientras se forman las plantas de lechuga en el semillero con la siembra directa el cultivo es Se necesitan de 3 a 5 grs. De semilla de buena germinación para sembrar un metro cuadrado de semillero. Con un metro cuadrado de semillero se pueden trasplantar 50 metros cuadrados.

La semilla debe esparcirse uniformemente para evitar posteriores aclareos; los cuidados hasta el transplante se reducen a eliminar las malas hierbas y dar los riegos necesarios; antes del arranque de las plantas debe darse un riego para que no se rompan las raíces. El trasplante se hace cuando las plantas tienen tres o cuatro hojas.

La siembra directa se hace en líneas separadas de unos 35 a 40 cm. Ésta puede hacerse a chorrillo o a golpes, necesitándose 2-3 grs. Por 10 m2. de superficie a sembrar.

Posteriormente se aclara, dejando las plantas a 25 o 30 cm. de distancia, según el desarrollo de la variedad que se ha sembrado; cuando se aclara, las plantas sobrantes pueden servir para establecer otro cultivo.

Las fechas de siembra se pueden establecer, en plan orientativo, de la siguiente forma: Para obtener lechugas en primavera, hay que sembrar de septiembre a enero; para producir en verano, hay que sembrar de abril a junio, y para producciones en invierno, se siembra en agosto-principios de septiembre.

Para los cultivos de verano interesan variedades resistentes a la subida a flor (Batavias) y en ellas, la siembra directa es más conveniente, pues entonces el riesgo de subida a flor es menor. En las zonas de clima suave, se pueden emplear variedades de invierno del tipo "Trocadero" o "Romanas" para cosechar de diciembre a abril.

Uso:

Uso hortícula.

 

 

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